Hierbas aromatizando los aires, frutos maduros acompañando las veredas.

El padre sol aún no entrega sus rayos majestuosos, la madre tierra se prepara para recibir nuevas semillas, otoño, tiempo de preparación. Los pequeños espacios rurales de la ciudad se alegran al recibir a nuevos/as horticultores/as dispuestos/as a danzar con la luna, con el agua.

lunes, 18 de enero de 2010

"Huerta y cuerpo"


"La metáfora del cuerpo humano en relación con el trabajo hortícola no solo involucra los aspectos físicos anteriormente citados sino que, además, incluye, en aquellos casos donde la horticultura ha calado más profundamente, otra concepción del tiempo. Que asemeja su paso por el cuerpo y en la vida personal tal como ocurre en los ciclos de las plantas, en un tipo de percepción o afectividad más consciente, más presente e incluso diferente a los ritmos hegemónicos que corren vertiginosamente. Donde además el ciclo del crecimiento, la muerte y la resurrección a través de mágico compost, habla de un ciclo inacabable de la vida, todo lo cual contribuye a una particular manera de ser, estar y sentir en el mundo."

(Extracto de: Hernández, S (2009): "Cultivando en la ciudad y otras hierbas: Aproximación antropológica a la experiencia de horticultores/as urbanos/as en Santiago de Chile, " Santiago, Universidad Bolivariana.

(Re) aparecen las huertas....


"La huerta en la ciudad (re)aparece, desde su universo vegetal y cultural, como una conversación con las hierbas, las hortalizas, con los recuerdos y los aprendizajes presentes, en un paraíso cercado de las amenazas externas, de la realidad urbana algo ajena, más cercana al cemento y al tránsito, no sólo de vehículos sino que también en lo que respecta a las relaciones sociales."

"Mujer y naturaleza" Por Sofía Arrebol


[1]

De este modo, para los griegos Demeter, fue la diosa de la agricultura y en un nivel más global Gaia, representaba a la tierra. En cuanto al mundo precolombino, para los pueblos andinos, la madre tierra se denominó como Pachamama (de pacha, ‘tiempo’ o ‘época’, y mama, ‘madre’, en lengua quechua). A su vez los aztecas conocían a la diosa tierra como Coatlicue (‘la de la falda de serpientes’ en náhuatl), ñuke mapu (‘madre tierra’), entre nuestra tradición mapuche. Por citar algunos ejemplos de cómo existe un cierto grado de universalidad, en temas que vinculan la figura femenina a la naturaleza. De algún modo explicativo, estas representaciones se han atribuido a algunas características propias de la mujer, como es el caso de engendrar hijos/as y con ello representar la fertilidad, vinculado a la capacidad que posee la tierra para generar vida a través de los recursos que brinda al ser humano: el lazo que ciertas mujeres sienten con la Naturaleza tiene su origen en sus responsabilidades de género en la economía familiar. Piensan holísticamente y en términos de interacción y prioridad comunitaria por la realidad material en la que se hallan. No son las características afectivas o cognitivas propias de su sexo sino su interacción con el medio ambiente (cuidado del huerto, recogida de leña) lo que favorece su conciencia ecológica. La interacción con el medio ambiente y la correspondiente sensibilidad o falta de sensibilidad ecologista generada por ésta dependen de la división sexual del trabajo y de la distribución del poder y de la propiedad según las divisiones de clase, género, raza y casta. (Agarvall:2001), desde ese punto de vista, la relación de cercanía entre la naturaleza y la mujer, en mayor grado que aquella establecida entre los hombres, se construiría desde las actividades desarrolladas por ellas en un contexto de vida familiar, ámbito privado, en que éstas deben o debían aportar a la economía doméstica. El trabajo en la huerta, la preocupación por las plantas medicinales, según este enfoque, serían roles destinados en mayor medida a las mujeres, quienes a lo largo de la historia habrían desarrollado un vínculo más profundo con el medio, a través de las figuras de la recolección, el pastoreo, entre otras actividades consideradas menos agresivas con el medio ambiente. Es por esto, que las explicaciones de índole biológica, que hablaban de que la capacidad de las mujeres para gestar y crear vida las llevaría a desarrollar una posición más próxima a la naturaleza y, por ende, les permitiría identificarse más profundamente con ella, sumado al carácter “emocional” de las mujeres en sintonía con lo indómito y salvaje de la naturaleza.

Asimismo, los hombres estarían guiados en mayor medida por la razón, reflejado en el hecho de poseer el interés de transformar la naturaleza a través de los medios que le puede brindar la cultura, muchos de los cuales han llevado al mundo a una crisis ecológica, ante la cual, mujeres pro ecofeminismo han reaccionado como modo de visibilizar las formas de patriarcado al cual han estado sometidas, junto a la misma opresión de la naturaleza.

Es por esto, que ecofeminismo o feminismo ecologista plantea algunas opciones ante una denominada crisis social, como reflejo de un sistema acumulativo y opresivo, a través de los pensamientos críticos del feminismo por un lado y del ecologismo, por otro. Esta corriente apela a una autoconciencia como especie humana, en el sentido de establecer relaciones más horizontales entre hombres-mujeres y cultura-naturaleza. Para la investigadora, Teresa Flores Bedregal[2]El ecofeminismo constituye una de las corrientes más innovadoras del pensamiento feminista contemporáneo cuyos aportes tanto a la teoría feminista como a la práctica ambientalista han sido significativos. El ecofeminismo no representa un pensamiento filosófico unificado ni menos terminado, sino que tiene tantas vertientes como representantes en todas partes del mundo [...]”, del mismo modo, destaca que para comprender las relaciones sociales hombre-mujer y cultura-naturaleza, no es suficiente orientarlas desde el análisis económico, como muchas teorías lo han hecho en una especie de ataque contra el modelo de desarrollo de opresión y explotación, puesto que éstas han olvidado la dependencia que las actividades productivas guardan con los recursos naturales. Sin embargo “[...] ante la actual escasez de varios de estos recursos y con la crisis ambiental que hemos creado debido a sistemas de producción y consumo depredadores, estos factores deben considerarse como parte estructural de los procesos sociales. En este contexto la visión holística del ecofeminismo y la articulación de los nuevos enfoques dentro de los varios planos de análisis, resulta de capital importancia para comprender los condicionantes involucrados en las relaciones de género y a dónde debiera apuntar la tercera ola del feminismo” (Ibid)

En este sentido es que vinculo los planteamientos ecofeministas con los postulados de una nueva visión del desarrollo, redefinido desde la sustentabilidad que este modelo carece. Para la autora Rayén Quiroga[3], el surgimiento de una especie de economía socioecológica, no considerada desde una rama de la economía convencional, se trataría de “[...] una transdisciplina científica emergente que reconoce límites ecológicos al crecimiento económico y que se ocupa de estudiar y manejar el problema de la sustentabilidad. Este nuevo campo de conocimiento pretende generar un diálogo entre la economía y la ecología, desde un nuevo paradigma científico, construyendo un sistema conceptual e instrumental propio. Así, trasciende los avances recientes de la economía ambiental y de recursos naturales, que desde el pensamiento y los métodos económicos, se han ocupado de "incorporar" variables ambientales, sin hacerse cargo de la discusión del sustrato cultural, ético y estilístico que configura una determinada opción de desarrollo.”

De este modo, una alternativa de desarrollo sustentable en profunda sintonía con el trabajo productivo atribuido, en mayor medida, a las mujeres, es aquel que se relaciona con la visión de una huerta orgánica. La cual en sus principios esenciales considera el equilibrio ecológico, a través de una agricultura que no demanda el uso de elementos externos a la naturaleza para generar mayor cantidad de producción , sino que es capaz de establecer una relación de existencia armónica entre las especies que habitan en su ambiente próximo. En este sentido, el trabajo femenino desarrollado en este lugar, presenta muchos elementos desarrollados anteriormente, los cuales desde los principios del ecofeminismo, arrojan múltiples luces para interpretar cuáles son las construcciones culturales que asocian a las mujeres a esta ya citada cercanía con la naturaleza.


[1] Viola, A. (comp.): “Antropología del Desarrollo; Teoría y estudios etnográficos en América Latina”; PAIDOS, Barcelona, 2000.

[2]Flores Bedregal Teresa; PRIMERA BOLETINA FEMINISTA: Lanzamiento oficial: 26 de agosto del 2001, San José de Costa Rica

[3] Quiroga, Rayén: Para forjar sociedades sustentables, en revista POLIS, Ediciones U. Bolivariana, Santiago, 2000.