De este modo, para los griegos Demeter, fue la diosa de la agricultura y en un nivel más global Gaia, representaba a la tierra. En cuanto al mundo precolombino, para los pueblos andinos, la madre tierra se denominó como Pachamama (de pacha, ‘tiempo’ o ‘época’, y mama, ‘madre’, en lengua quechua). A su vez los aztecas conocían a la diosa tierra como Coatlicue (‘la de la falda de serpientes’ en náhuatl), ñuke mapu (‘madre tierra’), entre nuestra tradición mapuche. Por citar algunos ejemplos de cómo existe un cierto grado de universalidad, en temas que vinculan la figura femenina a la naturaleza. De algún modo explicativo, estas representaciones se han atribuido a algunas características propias de la mujer, como es el caso de engendrar hijos/as y con ello representar la fertilidad, vinculado a la capacidad que posee la tierra para generar vida a través de los recursos que brinda al ser humano: “el lazo que ciertas mujeres sienten con
Asimismo, los hombres estarían guiados en mayor medida por la razón, reflejado en el hecho de poseer el interés de transformar la naturaleza a través de los medios que le puede brindar la cultura, muchos de los cuales han llevado al mundo a una crisis ecológica, ante la cual, mujeres pro ecofeminismo han reaccionado como modo de visibilizar las formas de patriarcado al cual han estado sometidas, junto a la misma opresión de la naturaleza.
Es por esto, que ecofeminismo o feminismo ecologista plantea algunas opciones ante una denominada crisis social, como reflejo de un sistema acumulativo y opresivo, a través de los pensamientos críticos del feminismo por un lado y del ecologismo, por otro. Esta corriente apela a una autoconciencia como especie humana, en el sentido de establecer relaciones más horizontales entre hombres-mujeres y cultura-naturaleza. Para la investigadora, Teresa Flores Bedregal[2] “El ecofeminismo constituye una de las corrientes más innovadoras del pensamiento feminista contemporáneo cuyos aportes tanto a la teoría feminista como a la práctica ambientalista han sido significativos. El ecofeminismo no representa un pensamiento filosófico unificado ni menos terminado, sino que tiene tantas vertientes como representantes en todas partes del mundo [...]”, del mismo modo, destaca que para comprender las relaciones sociales hombre-mujer y cultura-naturaleza, no es suficiente orientarlas desde el análisis económico, como muchas teorías lo han hecho en una especie de ataque contra el modelo de desarrollo de opresión y explotación, puesto que éstas han olvidado la dependencia que las actividades productivas guardan con los recursos naturales. Sin embargo “[...] ante la actual escasez de varios de estos recursos y con la crisis ambiental que hemos creado debido a sistemas de producción y consumo depredadores, estos factores deben considerarse como parte estructural de los procesos sociales. En este contexto la visión holística del ecofeminismo y la articulación de los nuevos enfoques dentro de los varios planos de análisis, resulta de capital importancia para comprender los condicionantes involucrados en las relaciones de género y a dónde debiera apuntar la tercera ola del feminismo” (Ibid)
En este sentido es que vinculo los planteamientos ecofeministas con los postulados de una nueva visión del desarrollo, redefinido desde la sustentabilidad que este modelo carece. Para la autora Rayén Quiroga[3], el surgimiento de una especie de economía socioecológica, no considerada desde una rama de la economía convencional, se trataría de “[...] una transdisciplina científica emergente que reconoce límites ecológicos al crecimiento económico y que se ocupa de estudiar y manejar el problema de la sustentabilidad. Este nuevo campo de conocimiento pretende generar un diálogo entre la economía y la ecología, desde un nuevo paradigma científico, construyendo un sistema conceptual e instrumental propio. Así, trasciende los avances recientes de la economía ambiental y de recursos naturales, que desde el pensamiento y los métodos económicos, se han ocupado de "incorporar" variables ambientales, sin hacerse cargo de la discusión del sustrato cultural, ético y estilístico que configura una determinada opción de desarrollo.”
De este modo, una alternativa de desarrollo sustentable en profunda sintonía con el trabajo productivo atribuido, en mayor medida, a las mujeres, es aquel que se relaciona con la visión de una huerta orgánica. La cual en sus principios esenciales considera el equilibrio ecológico, a través de una agricultura que no demanda el uso de elementos externos a la naturaleza para generar mayor cantidad de producción , sino que es capaz de establecer una relación de existencia armónica entre las especies que habitan en su ambiente próximo. En este sentido, el trabajo femenino desarrollado en este lugar, presenta muchos elementos desarrollados anteriormente, los cuales desde los principios del ecofeminismo, arrojan múltiples luces para interpretar cuáles son las construcciones culturales que asocian a las mujeres a esta ya citada cercanía con la naturaleza.
[1] Viola, A. (comp.): “Antropología del Desarrollo; Teoría y estudios etnográficos en América Latina”; PAIDOS, Barcelona, 2000.
[2]Flores Bedregal Teresa; PRIMERA BOLETINA FEMINISTA: Lanzamiento oficial: 26 de agosto del 2001, San José de Costa Rica
[3] Quiroga, Rayén: Para forjar sociedades sustentables, en revista POLIS, Ediciones U. Bolivariana, Santiago, 2000.
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