Ciclista Estirada
Montada en su caballete metálico de dos ruedas altas, pretenciosa pedaleaba la joven por plena Avenida, junto a romeros oscurecidos por el esmog, lavandas florecidas y bocinazos a media cuadra. Sin temor en su recorrido, sentía que el camino era suyo, que todos los automovilistas la miraban, creyéndose el centro del mundo. De pronto, en medio de su engreído pedalear, un perro la adelantó corriendo. -¿Un perro?-, sí un animal canino corriendo presuroso. Paraba en cada semáforo junto al auto de su amo, un perro corre más que el bicicletacéntrico impulso. Era un perro enorme y galopaba hasta perderse entre los autos.
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